Octavio Salazar: un andariego de la vida

08.04.2015 18:07

Mientras llegaba a la casa de don Octavio Salazar, en La Fuente, dudaba de su capacidad para regalarme la entrevista que me había prometido. No por su mala voluntad, por supuesto que no, eso lo tuve claro después, sino por su lucidez y por la capacidad de recordar algunas cosas que le iba a preguntar. Es que 95 años, casi un siglo, no es una suma de tiempo despreciable.

Ya en su casa, saludé, entré en confianza y “a lo que vinimos”. Nos dirigimos para un cuarto más cómodo y aislado del ruido. Unas cuantas preguntas me bastaron para saber que don Octavio, con sus casi 100 años y todo, estaba más lúcido que yo.

Don Octavio nació un 18 de mayo de 1918 en Granada, Antioquia. Fue bisnieto del Coronel Alberto Salazar, hijo de quien a su vez fuera alcalde de Granada cuando ésta se conocía como Vahos. También era familiar del padre Clemente Giraldo, que para muchos en la Cuchilla sé que es desconocido, pero para sus abuelos, los colonos granadinos, no era ningún desconocido; fue algo así como el padre Tamayito de Granada.

Don Octavio fue un andariego innato, un enamorado de la vida y las mujeres. Con la angustia de su padre, a los 15 años abandonó el hogar y se fue a andar, literalmente a andar, pues se vino a pie desde Granada hasta Manizales, tomando, claro, en algunos puntos, Jeep o mulas. Vino a la Cuchilla del Salado a eso de los años 30, cuando aquí no habían sino casuchas de bahareque y tapia en tierra; ¡cómo sería de bonita mi tierra en esa época! Según me dijo: “Yo me enamoré de ese pueblito, ah! Es que era muy amañador, y con puros conocidos, solo granadinos”.

Don Octavio iba a Granada y venía a la Cuchilla del Salado. Se iba a trabajar por pueblos cogiendo café y volvía otra vez a la Cuchilla, eso hasta que una muchachona llamada Inés Hoyos lo enamoró. Tomó la decisión de casarse y establecerse definitivamente en nuestra vereda.

Me contó que su papá, “Chucho Salazar”, participó en la guerra de los mil días. “¿Quiere conocer a mi papá?” me dijo. “Claro”, le respondí sin saber cómo me lo iba a presentar. Mis queridos lectores, ese viejo se levanta de la cama, se dirige a una pieza, se agacha, se mete debajo de una cama y saca una caja de cartón. Luego se paró como si tuviera veinte años y volvió a la pieza donde yo estaba. Sacó un recorte del periódico El Colombiano de Medellín donde se leía: “Hoy cumple 100 años de existencia don Tulio Alberto Salazar Giraldo. Natural de Granada (Antioquia)”. Vean ustedes, la longevidad de don Octavio estaba en su sangre. Me contó que su abuelo murió de 100 años y cuatro meses.

Don Octavio era todo un personaje. En sus épocas de juventud, como había contado, fue muy enamorado y gracias a sus dotes artísticos lograba encantar a las muchachas. Don Octavio daba serenatas con algunos otros amigos y también organizaba “veladas” para entretener a la gente; algo así como obras de teatro. Después de mucho tiempo, hizo un esfuerzo y me regaló una de las canciones que le gustaba cantar, escúchenla ustedes mismos.

Link: www.youtube.com/watch?v=eJXae2QbkdI&feature=youtu.be

Ayer murió don Octavio faltándole pocas semanas para cumplir sus 97 años. Por lo que me dijo, siempre estuvo agradecido por la mujer tan espectacular con la que compartió su vida. “Nunca tuve alguna queja de ella, Dios no me pudo dar una mejor mujer”, decía. De su hijo Octavio hablaba con mucho orgullo y decía que había sido  su bendición por lo buen hijo que siempre fue.

La vida de don Octavio estuvo llena de grandes aventuras, de arduo trabajo y de buenas personas. Fueron casi 97 años bien vividos, tan bien vividos que hasta hace unos días pensaba, hablaba y se movía como un muchacho de 20 años. La vitalidad de este hombre fue proporcional a su espíritu y su buena voluntad; ya entonces se podrán imaginar cuánta fue.

Descanso eterno a Don Octavio Salazar Gómez, uno de esos granadinos que amó nuestra Cuchilla del Salado como a su Granada misma.