Cementerio Cuchilla del Salado

Historia

Cuando alguien moría en la vereda, era velado en su propia casa durante una noche. La familia lloraba al difunto y las puertas de la casa se abrían para que amigos, vecinos y algunos curiosos acompañaran el ritual de velación. Después, al otro día, debían echar el difunto en una camilla o en un cajón y subir por toda la trocha que comunicaba a la vereda con Manizales para enterrar luego a la persona en el Cementerio San Esteban. 

 

La historia comienza con don Pantaleón Gonzales, el hijo del General Pantaleón Gonzales, dueño de la gigantesca finca La Fonda, la cual venía desde donde hoy es el sector de La Cola, bajaba hasta El Faro y luego hasta El Guineo, finca donde se cultivaba café. Resulta pues que este gran terrateniente guardaba gran afecto por la vereda debido a que muchos de sus habitantes trabajaban en su finca, incluso el padre “Tamayito”, cuando era joven, debía “garitear” a ella. Estaba pues don Pantaleón cerca de la vereda cuando vio a alguien subir con un pobre muerto, rumbo a Manizales. Esa imagen se le quedó a don Pantaleón en la mente hasta que unos días después, pelando un café junto a don Gumercindo Fernandez, administrador de la finca, salió a flote el tema de aquel pobre muerto y fue ahí cuando don Pantaleón le propuso a su mayordomo la donación de unos terrenos de la finca, próximos a la vereda, para que la comunidad construyera su propio Cementerio.

 

Así fue, don Gumercindo comunicó la buena nueva al cura, el padre “Tamayito”, y a los demás líderes de la vereda quienes inmediatamente se organizaron para hacer la construcción del Cementerio.

 

Primero don Pantaleón mandó a uno de sus mayordomos para que cercaran los terrenos a donar, pues aparte del cementerio, también donó el terreno para la cancha de futbol que hoy se encuentra también abandonada. Después la comunidad con dineros propios emprendió la construcción de la portada y de dos secciones de bóvedas a cada lado.

 

Pocos días después, por los años de 1955, el Cementerio estuvo listo para prestar su solemne servicio a la comunidad. Fue don Francisco Tamayo, uno de los fundadores de la vereda y progenitor del padre “Tamayito”, la primera persona en ser enterrada en el Cementerio. Después de él vinieron muchas otras personas como doña Ana Josefa Tamayo, don Joaquin Duque, don Emilio López, don Genaro Agudelo, el mismo don Gumercindo Fernández, su esposa Inés Cuervo, y muchos otros más.

 

Pero el proyecto no se quedó ahí, por iniciativa de una junta cívica, y con el liderazgo del padre Néstor Cañas, en 1985 se emprendió la construcción del otro edificio que hay en el Cementerio. El arquitecto Rubén Darío Usme, por una simbólica suma, asumió la tarea de darle diseño al edificio el cual consta de una base pentagonal, en la que hay dos filas de nichos. Luego, desde cada esquina, nacen cinco columnas que terminan juntándose en la parte superior para dar descanso a una cúpula cónica sobre la que, a su vez, se encuentra un Cristo. Y finalmente consta de unas escaleras que permiten el acceso a la base del edificio, encima de los nichos, lugar donde en fechas especiales se realiza el rito católico de la misa.

 

El Cementerio siguió funcionado normalmente, ahora con el servicio de columbarios para el descanso de restos fúnebres. Sin embargo, con la relativa facilidad de comunicación con el centro de Manizales y con el auge de las compañías funerarias, las personas terminaron por enterrar a sus familiares en otros lugares, perdiendo poco a poco Cementerio la utilidad que años anteriores prestó a los habitantes de la Cuchilla del Salado. Este hecho condujo a un progresivo abandono del Cementerio que fue aprovechado por algunos indiscriminados que hicieron de las suyas robando las lapidas, destruyendo las bóvedas, sacando los restos óseos de los difuntos, y hasta las vacas se sirvieron del deterioro de los cercos para entrar por un poco de pasto.

 

Para el año 2002 se enterró a la última persona en este lugar, mas por la pobreza del difunto que por deseo de que descansara en la tierra que lo vio nacer. Fue en esta época donde finalmente el padre Leonardo Romero decidió prohibir el entierro de personas debido al avanzado grado de deterioro en que se encontraba el Cementerio y a los problemas de salubridad y seguridad que lo agobiaban. 

 

Sin embargo, a finales del año 2013 se conforma, al interior de la Junta de Acción Comunal, el Comité Pro-Cementerio  con el objetivo principal de restaurar y mejorar el Cementerio de la comunidad de la Cuchilla del Salado. De los tres meses que van del proyecto ya se ha logrado cercar el perímetro en el que se encuentra, se le ha podado, se han sembrado diferentes plantas y se ha restaurado su edificio pentagonal y la puerta.

 

El proyecto aspira a devolverle la utilidad a la necrópolis a través de la construcción de nichos para que las familias puedan darle descanso a los restos o cenizas de sus seres queridos, garantizado de esa manera que este no vuelva a caer en el olvido.