Jaime Zuluaga: un búho en la noche

24.11.2015 23:41

En cualquiera de esas noches quietas y calladas, cuando el silencio y los grillos se peleaban la tranquilidad de las horas largas, podía uno encontrarse un hombre de ojos claros, esbelto, con una gruesa ruana sobre su cuerpo, mirando así, con el ceño fruncido, a través de unos párpados grandes y bondadosos.

Cual si fuera un búho, Jaime Zuluaga parecía sentirse más a gusto en la tranquilidad de la noche que en el afán del día. Su extraña personalidad se tornaba natural mientras recorría sin prisa las calles ausentes y dormidas de la Cuchilla del Salado.

No puede uno decir que le molestara la gente, para nada. Cuando uno lo saludaba, no le decía “hola”, “qué más” o “qué hubo pues”, no, un buen saludo consistía en decir su nombre y estirar unos dos segundos la última letra de éste, algo así como: “Jaimeee”, a lo cual él también correspondía saludando bondadosamente.

En la Cuchilla del Salado hay mucha gente, casi toda ella buena y cálida, pero hay personas que terminan por volverse del paisaje, terminan convirtiéndose en esos personajes que uno ya no puede dejar de imaginar en la maqueta de nuestra querida vereda. Así como cuando aún evocamos al viejo Banano con su sombrero, su tapapinche y su tabaco en los labios; o a Jorgito saludando a todo el mundo con un “amigo” por aquí y un “amigo” por allá; o a “Tino” cantaletiando a los pobres evangélicos. Así, en el imaginario de eso que llamamos Cuchilla del Salado, que es más que un hermoso filo en la Cordillera de los Andes, también recordaremos al viejo Jaime Zuluaga, recorriendo las calles con su taciturna personalidad.

Ahora el viejo Jaime se fue caminando, tranquilamente se adentró en el horizonte de la noche, allí donde las sombras fueron desdibujando su figura hasta no quedar sino una breve silueta, y después tan solo la misma noche de siempre, esa noche quieta y callada, cuando el silencio y los grillos se pelean la tranquilidad de las horas largas, pero ahora sin la vigía silenciosa del viejo Jaime que hoy nos dijo: hasta siempre.